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POEMAS - II Recital

Andrea Méndez Vallejo

UN ESPEJO DE CENIZAS

​


Abarrotadas en el alféizar
de una ventana cerrada
sin pájaros negros
que sobrevuelan
hoy otoño.
Escaleras andantes
fugitivas en todas las metas
reinsertantes en cada escalón,
mármol,
golpe,
volver.


Ha nacido la inquietud
y los órganos parieron corazones
sin conocer lo que es
un palpitar.
Un palpitar nuevo,
de azufre,
en llamas.


Yacer en la quietud
de la tremenda inmensidad
en este cuadrado de palabras
inmersas en otro silencio
derrotando nubes
cargadas de qué decir
hacia nosotras.


Absoluto poder de mirarse
y encadenar cada llama
al compás de mis muñecas.


Hay alas calcáreas
nácar debajo de arena húmeda
espuma heterogénea,
inmortal,
acuario.

APROXIMACIÓN



En la llamada de los signos
desconocemos indirectas
que nos arrastran al tocar
y finalmente
te piden un beso.


Extraños que en algún antítesis
han encontrado un hueco
en el espacio tiempo
de su sexo.


Y no mirar suficiente a los ojos
para no tener que transmitir
el proceso de mi cambio
o elaborar una táctica
para que no miren mis defectos,
que,
a ojos ajenos
tanto gustan.


Si muerdes,
porque muerdes.
Pero es que a mí me gusta
y si te aproximas
arriesgas a desconcertarte
en sólo una noche.


Si me tocas lento,
mejor.


Duermen en mis flores
todo el descanso que puede depositarse
en la llama.
La idiosincrasia
de nuestro evolutivo proceso de cambiar
que,
en silencio
hace terapia para contentarnos.

MARBE

​

​

Tintar en épocas de escasez
versos,
pasividad.
A dónde nos conducen los finales,
la espontaneidad,
el frío del verde
y los cielos del norte.
Quisiera dividirme,
explotar la parte viva que protejo,
regalártela y secarte
cada trozo de tus espesas
e interminables lágrimas.
Es infinito
todo aquello que nos hace dos.
Tintar para recubrirte
el alma de plata
y que no traspase
ni un gramo de tristeza.
Has de vivir
y yo contigo,
siempre.
Pero
has
de vivir.
Trafican las nubes mudas
y paseas con temor.
Hay fuerza en tus manos
y yo,
las confío en cada precipicio.
Eres metal transpirable,
cristal,
mi amiga.
Tiritamos al compás
o nos detenemos juntas.
Tiritamos bailando
al son de cada ola
que agrieta hoy tu corazón,
o morimos juntas.
Hay tristezas
que despiertan razones
y tú has amanecido
renaciendo en cada suspiro
que te empuja
a seguir
VIVIENDO.

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