POEMAS - I Recital
Gergana Karaboycheva
ROCÍO
Veo tus lágrimas
colgando
de las ramas de los árboles,
bajo los que nos amamos.
Altos los árboles.
Bondadosos los árboles.
La quietud del bosque
es una realidad
en la que sólo se puede soñar
o caminar lentamente en silencio.
La soledad habita entonces aquello
que las sombras
tiernamente esconden.
Se me mojan los pies.
¿Acaso existe el rocío?
Lágrimas de amantes
que se aman
a los pies de los árboles.
Lágrimas al encontrarse,
al amarse,
al partir.
Particular es la intimidad
resguardada
entre cuerpo y cuerpo
de árboles.
Una parte de mi mente
sigue nadando en ti.
En ese azul casi petroleo
que duerme en las sombras.
Es la parte que sabe amar
soñar y escribir.
Y llorar esas lágrimas del rocío
olvidadas tras el amor,
entre tierra y raíz.
Entre tierra y raíz
yo amo.
Te amo.
SILENCIO
Todo mi silencio
cabe en un suspiro,
en un latir
entre alientos.
En un segundo:
la imagen solitaria
de vuestras caras,
fundidas en el sueño
tan anónimo
de un sentir.
Mudas y vibrantemente sonoras,
expresionistas en su color.
pequeñas y quebradizas, las caras.
Entornada la memoria,
gotea frío sobre mí
el intuir vuestra amargura-
pura,
inocente,
inatendida.
Me faltó algo,
una tercera mano,
con la que agarraros
ante la gravedad
de este eterno caer.
Sal común y amarga.
Os colecciono
en esa única cara:
derretida, extraña,
amorfa del dolor,
bajo mi piel,
en las esquinas.
Allí me retiro,
sólo de noche,
para escucharos
y sangrar.
ABUELA
Con tu voz
las paredes de mi memoria
pinto
como tú pintabas las tuyas,
cuatro paredes de verdad,
con tus sueños de niña,
u otros amaneceres
que viste una vez en papel.
Pensarte como una niña:
un derretir de las piedras,
un reír de los pájaros.
Pensarte como una niña,
esa niña que soy yo,
y tú, una endurecida cadencia,
abuela,
cuándo fuiste tú también una flor?
Y ahora que no estás,
inagotable es tu presencia.
Y esas esencias caídas,
ese lenguaje de dos,
que en las orillas de la memoria
hablamos tu eco y yo.
Soltaste tu lado del hilo,
¿o lo sigues apretando
en tu mano fría, callada, caída?
¿Cómo deshacer esos nudos,
hilados en la carne
entre tú y yo?
Suelta tu extremo del hilo,
abuela,
o lo tendré que soltar yo.
AHORA
​
El día en que las bestias abracen sus entrañas
y ardientes en ellas nuevas vuelvan a nacer.
El día en que la idea de lo eterno desaparezca
como un dibujo en una mente equivocada, demente o malcriada.
El día en el que la soledad se auto abrace, se auto sane,
se vuelva espuma de mar y canto de sirenas.
El día en que las culebras quebradas del pensar besen la sal,
y la hagan su cuerpo, su olor, su materia permeable.
El día en que la ambigüedad se desdibuje (aún más),
hasta no caber en sus sílabas, ni en ningún hacer, hablar ni pensar.
El día en que lo abrasado se reencarne en flor, o en otras cenizas
reconfiguradas en vida en el fondo de mi retina.
El día en que las miradas dejen de converger,
y miren al fondo de ese oleaje sin sal ni reposo.
Entonces la mentira sabrá que ya no es mentira,
que es tierra tibia
inadvertida,
esperando a ser tomada
por un rayo de luz.