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Poemas       octubre 19

Punto ciego en un columpio

(Elegía)

​


A mis canciones en el columpio
desde donde la negrura que envolvía mis párpados
se iluminaba en un gran óvalo de color rosa
corona de cabeza inexistente
premio que no compartí
presencia que solo podía observar sin mirar
solo posible ver con ojos cerrados
mientras llegaba al cielo

sin articulaciones en lo más alto
flexión de rodillas en el impulso

Y el grito nunca se derrumba
la melodía nunca termina
se enlazan
se sobreponen
se enredan

el silencio enemigo de mi alegría
la luz institutriz de mis obligaciones

Déjame seguir con los ojos cerrados
coróname con los destellos dibujados en el círculo mágico
para no ver el verde por los bordes oxidados
para no ser hija de mis padres
ciudadana de mi pueblo
alumna de mis maestros

Solo libertad entre cadenas blandengues

​

​

SARA

​

Abrazarte y desaparecer

 

​

Abrazarte y desaparecer,

en las comisuras quebradas de una infancia hundida.

Rescatar de los arañazos,

la sangre

para que vuelva a la luz subterránea, oscura y fraccionada de mis labios piedra.

​

Persigo la noche en la oscuridad nacida

al nuevo sol de poniente me abrazo

en exhausto calor

​

que mis dorados soles

dicen

que no saben

que siento

el alba partirse

sobre mis dientes leche

que siento el suelo crujir

y ya no tengo pies,

​

ni ganas

            ni barro

                         ni nada.

​

Alabanza a ti,

infancia,

que la perdí,

como un poema mal parido

por el amasijo de tinieblas en mis ojos.

​

Bajo mi piel se reconocen escamas de águila

líquidos granates,

el polvo que descansa, sobre las manos de mis abuelas

ambas posadas a mis costados.

​

Comprender del vacío

el llanto,

desconsolarse en aceras frías;

​

espero que mi inocencia termine de morir,

que traiga de la mano, hasta el umbral de mi mirada

el nido acuoso, de mi llanto funeral.

​

Sesgar en tu nombre mis palabras de resina ciega

vacío en pulmones de flores secas

aire, viento, danza de los rostros,

muerta,

abierta,

dentro de una granada;

​

    de mi tierra soles

             de mi cuerpo campo ardiente.

​

Que lloramos a la ausencia,

en los brazos de mamá-amamantando una frondosa,

quieta y dulce niebla, que extingue mi respiración.

​

Mientras ellos ríen, yo corto los hilos.

En los cuchillos, mis ojos, infinito se proclaman.

​

Escurrirse y desaparecer,

abrazarte y desaparecer,

sin padre, sin especie,

extinguida sobre mi cuerpo

deshecha en ríos de plata

y lirios descompuestos.

  

                                                                                                                                                                                        MARÍA

Asilo


 

Entre tanto los pulmones,
ensanchando mis costillas
inclinada hacia abajo
dejándome respirar
como si un rumor a lila rompiéndose
se tratara.


Colgar todos los bártulos
y volverme a revestir con ellos
de noche en noche
al entenderme y llorarme
cuando el silencio me grita.


Tu presencia me masturba
y yo,
hago zumo de mis versos
sin habitar cualquier otro pensamiento
que se le parezca.


Es mi asilo.


Se han agitado todos los barcos
sobre este mar de piedras,
el viento emprende soplidos,
las velas han rasgado al unísono
todos los futuros predictivos,
y yo,
en la sin espera de los días venideros
me abrigo de mí,
para no sustentarme nunca en el amor.

​

​

​

ANDREA

Despedida en la tierra

​
 

A mi silencio en la noche
te echare de menos siempre
aunque el sol no esconda su cuerpo.
Demasiado ruido metí
prematuramente en este cuerpo
que sin avisar,
arranco un coro de grillos
hambrientos y recién nacidos.
A mi silencio,
no recuerdo el color
de un canto de pájaros
en árboles caídos.
Yo, sentada entre ramas.
Yo, entre lágrimas de hojas.
Con los pies en la tierra
las uvas de mi padre
absorbieron e hicieron,
vino silencioso,
rojo
blanco
verde.
Mosto espumoso.


Espuma, oigo ahora
todas las mañanas
crujiendo las olas
contra rocas que no están.
Como la arena
que ni tan fina, existió.


Amanezco con arañazos
en la ventana.
He pasado las horas
con las uñas en el aire
negro en la noche
haciendo música
que yo solo conozco.
Solo yo, soy noche contigo.
Y ahora, a mi silencio
casi ni la recuerdo.
He aprendido a vivir
sin ti conmigo
todos los días
hasta que me muera.

Sin casarnos.
Sin amor.
Sin calor.
Te fuiste y me quede
sin miedo.                                                                    

​

                                                                                     ANA

Viajera onírica

​

​

Irrumpí siendo un puro errar de loba en la noche.
Bailé en soledad tantos errores

que ya ni los vinos llenaban el vacío en espiral.
Huía de aquel blues trágico y triste.
Sus pisadas me seguían como presa voraz.
El silencio sólo imploraba la pérdida.
Fuimos fantasmas en la máquina del tiempo.
Las cenefas asimétricas bordaban los olvidos más urgentes,

sólo con nombres que regresaban

como relámpagos fugaces,

a la espera de que la vida incesante y las olas sin frenos,

retornaran los espectros y los encerrarán en armarios bajo llave.

Alguien entró de repente en el silencio

y me abandonó a la deriva de una barca de madera fosilizada.
Hace veintinueve años.
Entre recuerdos y secretos,

corrí y remé lo más lejos que pude,

sin miedo a ahogarme en un mar de olvido,

en una tribu de palabras mutiladas.

Sólo los violines se escucharon en el fondo del mar

y mis pupilas retrataron aquella última despedida

antes de que partiera.
La luna se separó de la noche

y se dejó las llaves en casa para nunca más volver.
Y yo, esperaba la insurrección y la libertad de los animales que, 

salvajemente, devoraban la noche.
Y aullaban los relojes sin alas que con prisas se fugaban

y orgásmicamente se retorcían, con placer,
por la tierra.
Diluyéndose.
Y volviendo a ser.


                                                                                       IRENE

Blanco

​


Pureza y nada.
En mis manos
Canas de pluma,
Blanco espeso en el paisaje lunar.
Tú- remoto.
Yo- soledad.
Un sendero agrietado grita invertido
Y pare luz sobria.
Mi raíz en el aire.
Tus ojos, dos castañas en el otoño congelado.

Un invierno que se precipita.

....


Quiero vestirme de mi piel,
Quiero entrar en ella,
Sentirla estirada, perfecta- piel sobre piel,
Pero igual que un guante de otra talla,
se me arruga, se me retuerce al intentar caber.
Tal vez tenga que depilarme las plumas.

...


Cuando me quito las capas de la memoria
Me queda un silencio canoso y resfriado,
Un silencio como una neblina,
Y soy piedra que cae al aire,
que cae al agua,
que cae.

​

                                                                            GERGANA

Destilación

​

​

Un espejo de cenizas

refleja lo que nunca podré ver

en el cristal de verdades transparentes y azules.

Me carcome.

Me come.

Me traga en el más adentro de las llamas que existieron

en el pasado de mis oscuras acciones.

 

Grises que no dejan ver la turbia noche

y la tapan con mantos de risas y luces que son

mentiras del día.

​

Mis dientes son amigos de la luz y enemigos de la noche

cuya luna solo acaba iluminando

las pupilas de carbón desgastado.

​

Vida acabada

Vida mentirosa

Vida agrietada

 

Mientras, el fénix de rojos,

en su desesperado intento de llegar a lo más hondo de lo hondo,

solo alcanza a rozar con sus alas la supeficie de polvo.

Polvo que se levanta

y deja que poco a poco se destape

la sonrisa

que mejor jugó al escondite.

​

Penas que se transforman en convivires sanos

y terminan siendo motivos de placer.

 

Lo crucial se hace relativo.

El presente se ancla en el pasado.

El túnel empieza a terminarse

y es ahí,

en ese preciso instante,

cuando la ceniza se levanta

y consigo verme reflejada

en el ave que levantará mi vuelo.

​

                                                                                               NURIA

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